martes, 1 de junio de 2010

El tributo al César 1/06. Marcos 12, 13-17

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En aquel tiempo mandaron a Jesús unos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra. Vienen y le dicen: Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar? Mas Él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea. Se lo trajeron y les dice: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Ellos le dijeron: Del César. Jesús les dijo: Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios. Y se maravillaban de Él.


Reflexión


¿Qué es lo que está permitido hacer al hombre en cada momento? ¿El bien o el mal? ¿Acaso no hay tiempo para volver a amar? ¿Puede el católico guardase el amor al prójimo por las circunstancias que le rodean? Antes se litigaba sobre el sábado. Hoy en cambios vamos por lo fundamental, el amor. En el amor está la curación de todos los verdaderos males que existen en el mundo. En el amor se encuentra la felicidad que errantes buscamos todos los hombres. En el amor está la salvación. Y allí es donde radica la parte oscura de la felicidad... ¿se es capaz hoy de amar? No basta con decirlo, pensarlo e incluso desearlo. Hay algo más. Hace falta actuar.

Las ideas no detienen la caridad de Cristo; los discursos no sofocan la realidad del amor; las buenas intenciones no estancan la curación de un enfermo. Todos los enfermos sabemos lo que significa estar sano. Lo sabemos justamente porque estamos enfermos, fríos y sin amor. Necesitamos el calor que derrita nuestro hielo. Un calor que ha traído Cristo “para que el mundo arda”.

Sólo que aún falta un requisito esencial: extender la mano. Quien no acerca la mano al fuego, jamás se quemará. Quien no se acerca a Cristo, no sufre con quien sufre y no extiende la mano al que lo necesita... Jamás quedará sano. Y Jesús vuelve a pedirnos que la extendamos, aunque sea sábado. ¿Acaso no la hemos extendido tantas veces para alejarlo? ...y hemos tirado la piedra y escondido la mano. Y hoy Jesús ha querido venir para hacernos de nuevo la invitación. No hagamos que se retire por el hecho de que no hemos querido extender la mano... al amigo, al necesitado y al prójimo.
Omar Benjamín López

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