miércoles, 20 de julio de 2011

La peste negra arrasó Oñati

JOSÉ ANTONIO AZPIAZU RECOGE EN SU LIBRO LA GRAN CATÁSTROFE QUE ASOLÓ LA SOCIEDAD VASCA ENTRE 1597-1600
ANABEL DOMINGUEZ - Miércoles, 20 de Julio de 2011 - Actualizado a las 05:40h


LAS cifras hablan por sí solas: en 1597 fallecieron más de 200 oñatiarras como consecuencia de la expansión de la peste y un año más tarde, cuando se creía estar a salvo, la devastadora epidemia se cobró cerca de otras 1.200 víctimas más. Oñati fue la población guipuzcoana más perjudicada por el contagio de esta destructiva pandemia que provocó una gran catástrofe demográfica en el continente europeo. Han pasado más de cuatro siglos y a pesar de que aquel trágico episodio queda muy lejano en el tiempo, lo cierto es que protagoniza una crónica cuya lectura "puede resultar una ventana abierta para descubrir nuestro pasado y un elemento para reflexionar sobre las vueltas que da la historia", considera el historiador y antropólogo José Antonio Azpiazu.

El archivo de Protocolos de la universidad de Oñati; el Provincial de Tolosa o el de la Chancillería de Valladolid son algunas de las fuentes de las que ha bebido Azpiazu en su último libro (Elkar) Esa enfermedad tan negra. La peste que asoló Euskal Herria (1597-1600). Apasionado y todo un experto en indagar en las "entrañas de nuestros ancestros", este legazpiarra, afincado en Oñati, se ha dedicado en el último año y medio a "hilvanar una especie de crónica negra que fuese legible, que interesara al lector, y según algunos testimonios, da la impresión de que el trabajo resulta interesante y de fácil lectura", explica.

El tema de la peste se "me fue imponiendo por la fuerza de su dramatismo y por la terrible destrucción, tanto material como moral, que supuso para la sociedad vasca", relata el autor, cuyas publicaciones se han centrado, prácticamente en su totalidad, en el siglo XVI. El monstruoso brote epidémico se mostró "incomprensiblemente caprichoso". "Afectó con crudeza a ciertas localidades. El ejemplo más paradigmático lo observamos en la comarca del Alto Deba. Oñati fue golpeada de modo inmisericorde, mientras que Arrasate y Bergara no resultaron afectadas o lo fueron de forma muy ligera. Bergara, por ejemplo, se sintió sitiada -se organizaron cordones sanitarios- por la amenazante tenaza que suponía el contagio, río arriba, de Oñati, y río abajo, de Soraluze, donde también se dieron casos alarmantes", apunta Azpiazu. En el caso de Gasteiz, "que se cerró al valle negándose a traficar con trigo, sufrió más tarde un furioso ataque de peste y las poblaciones del valle del Deba, quizá como venganza, se negaron a dar paso a las muchas mercaderías provenientes de la costa que iban destinadas a los mercaderes vitorianos", detalla el historiador.

'CASI INTACTO'

Entradas tapiadas

Curiosamente la villa oñatiarra conserva "casi intacto" el escenario donde se vivió el desastre. "La calle Mendikoa (Mendikokale) -en el casco urbano se quedaron los menos pudientes- fue elegida para encerrar a muchos enfermos; sus entradas fueron tapiadas y sus vecinos no podían salir. Y, sin duda, muchos de los que no murieron de peste perecieron de hambre. Era verano, las mieses estaban maduras para ser recogidas, pero los campos quedaron abandonados -se perdieron las cosechas de 1597 y 1598-, vagaban muchos enfermos y vagabundos, y las autoridades habían escapado", expone Azpiazu.

El panorama se puso muy negro. Hubo mucho pánico. Se intentó poner remedio a la peste bubónica cuando se anunció que ésta podía proceder de la costa. "Uno de los mejores médicos de la provincia, el doctor Verganzo residía en Oñati, de donde era natural, pero las medidas de higiene y prevención fueron inútiles. No era posible cortar con todos los contactos mercantiles, y en alguna ropa de importación llegaron las fatídicas pulgas que eran las portadoras del contagio", comenta el autor del libro.

Como no podía ser de otro modo, la desaparición de "más de la cuarta parte de la población oñatiarra en el plazo de dos años" supuso un mazazo para la economía y la propia moral. "El efecto moral fue tan contundente que quienes estaban sanos ordenaban sus testamentos, temerosos de que la peste los perseguiría y acabaría con ellos y sus familias. La deriva hacía el consuelo buscado en la religión fue, dada la mentalidad de la época, una reacción lógica. Lo que no podían sanar los médicos se encomendaba a San Roque y San Sebastián, cuyas imágenes pueblan los retablos y ermitas de nuestros pueblos", apunta el investigador.

FRAILES DE ARANTZAZU

También la universidad

Con su última publicación, el historiador y antropólogo ha podido reflexionar sobre la fragilidad humana: "Una población tan próspera como la oñatiarra se vio desbordada por una enfermedad mortal que no podía controlar". Los propios frailes de Arantzazu sufrieron las consecuencias de la pandemia, en particular por el hambre al que se vieron sometidos; la universidad Sancti Spiritus estuvo a punto de cerrarse, "aunque gracias a la crisis se ha descubierto que, al menos en determinados períodos de tiempo, se impartían títulos de licenciatura en medicina".

"Este trabajo me ha hecho pensar sobre la crisis que se atraviesa en estos momentos, y en algún modo la investigación, que me ha ofrecido una cara tan negra del devenir humano, me ha aliviado en el sentido de darme motivos para relativizar la actual crisis de la abundancia", sentencia Azpiazu. En definitiva, un capítulo ligado a la historia de Oñati y, por ende, a la de Euskal Herria.

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