domingo, 21 de octubre de 2012

La bicicleta y la vida



por Belén Casado Mendiluce

.Suelo utilizar para moverme por la ciudad la bicicleta. Me sirve para hacer el ejercicio necesario que por mi trabajo no realizo. Y de los paseos por los “bide- gorris” que procuro sean entre árboles, suelo sacar aprendizajes para mi vida.



Como cuando me doy cuenta de que hay que coger cierta velocidad para caminar más seguro y dominar la bicicleta, no que ésta te domine a ti. Si vas despacio, titubeas, se te mueve el manillar a los lados y pasas mal rato porque te sientes inseguro.



¿En mi vida? Mejor actuar en el día a día con cierto ritmo y energía. Si vas con demasiada lentitud corres el riesgo de pensar demasiado las cosas, dejar que el miedo te domine y acabes comportándote como no quieres. Mejor pasar a la acción e ir dándose cuenta de cómo se siente uno mientras actúa para cambiar el rumbo, si hace falta. La acción es el medio que tienes para expresarte y ser tú, no hay otro medio.



Si enfilo una recta con velocidad disfruto del aire en la cara y una sensación de libertad maravillosa. Pero, cuidado, si tengo una curva cerrada, no puedo confiarme en que no viene nadie en sentido contrario y en que mi bicicleta son dos ruedas estrechas, porque tengo que ir despacio para no pegármela.



¿En mi vida? La recta es como cuando te dejas fluir, sin pensar, con lo que estés haciendo y entonces te salen las cosas con más soltura, disfrutando de ellas mientras las haces. La curva es cuando tienes que ir más despacio en tu vida para darte cuenta de cómo estás y cómo te sientes, que la velocidad y el ritmo trepidante te impiden ver. Hay que fluir y saber parar.



Hay una altura adecuada del sillín al suelo. Si está demasiado alto, cuando paras la bicicleta te tienes que bajar del sillín para apoyarte en el suelo, con el consiguiente gasto de energía cada vez que vuelves a caminar. Si está demasiado bajo, al pedalear te cansas más porque no estiras toda la pierna, aunque puedas apoyar totalmente los pies en el suelo si tienes que parar. De manera que hay que ponerlo a la altura justa para que puedas estirar la pierna al pedalear y apoyar la punta del pie en el suelo si paras. El apoyo justo y necesario.



¿En mi vida? Ver la realidad como es sin aferrarme a ella, sin quererlo tener todo asegurado. Hay que tener los pies apoyados en el suelo para ver las cosas como son pero tener también la capacidad de apoyarse sólo en los propios pies para mirar más allá del suelo que pisas. Caminar por la vida confiando en mis propios medios y como me sienta más cómoda sin miedo a no tocar todo el suelo bajo mis pies. Estar en la realidad confiando en mí misma.



Andar en bicicleta es, para mí, más que hacer ejercicio. Es una lección de vida.







Caminamos…Belén Casado Mendiluze



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